miércoles, 30 de enero de 2013

Perfil de Riad Sattouf en «Libération» (2006)

 

Riad Sattouf, 28 años, dibujante de tebeos. Obseso sexual autoproclamado, este sentimental dotado de un agudo sentido crítico es lo contrario que su nuevo héroe, Pascal Brutal.

Mujeres en carpeta

Fuma su cigarrillo como Gainsbourg en la carátula de Love on the beat. Lo reconoce enseguida: «resulto afeminado, tengo voz de tía. Cruzo las piernas cuando me siento, en vez de separarlas bien como un hombre de verdad.» En el instituto las chicas le habían elegido «chico más feo de la clase.» Hay que ver cómo se cambia con la edad. Cuando sale por ahí los gays se le echan encima. A pesar de eso él es hetero, lo jura y lo promete. Francamente, Riad Sattouf no parece el obseso sexual que dice ser. Más bien un chico dulce, más o menos lo contrario que Pascal Brutal, el héroe de su nuevo tebeo. No obstante, sus amigos lo confirman: Riad ve tetas por todos lados. Joann Sfarr le convirtió en un icono del frustrado profesional en su diario dibujado, poniendo en su boca que se va a casar con Virginie Ledoyen o que existen siete tipos de orgasmo. Pues eso, conocíamos a Riad casi antes de haber leído sus libros: hacía tiempo que era un personaje de tebeo.


Su universo es el del tipo al que no se le dan bien las chicas, para el que la virilidad no es un rol adquirido. Y en Pascal Brutal da una vuelta de tuerca más, colocando a su héroe macho y «católico-mediterráneo» cada dos por tres en la cama de otro chico. No quiere resultar demagógico, explica, «pero a base de ser tomado por homosexual, he acabado por desarrollar algunas afinidades.» En cuestión de identidad sexual, sólo tuvo buenos ejemplos en Siria, donde creció hasta los 11 años. «Mis tías y mis primas iban todas con velo. Una de ellas una vez obtuvo una beca del estado porque era una de las ocho mejores estudiantes del país. Pero sus padres le prohibieron continuar. Y tengo un primo que era gay. Cuando la gente se enteró, se pegó un tiro en la cabeza, pero falló. Se quedó lelo. Todo el mundo le prefería así, de todos modos.» ¿Queréis más ejemplos? Riad es una escopeta de mala leche. Se pone de pie, empieza a representar escenas cómicas, explica su única juerga en un gimnasio con su colega Mathieu Sapin, padre de Supermurgeman (comparten estudio en la calle Avron de París, donde también nos cruzamos con Blain). Había unos «islamistas de guerra», como él les llama, con barba y gorros de rejilla, haciendo pesas y soltando comentarios poco amenos sobre una «zooorra» que estaba sudando en la máquina de remo. Riad nos hace pasar a los vestuarios, les desnuda, «el steak al aire», les imita, dice tacos en árabe, se da palmadas en el trasero mientras resopla, no hay subtítulos. Captamos la idea.


Su enemigo es el adiestramiento cultural. Lo opone al conocimiento de uno mismo. «Me fascina la violencia del condicionamento en la educación, la forma con la que los jóvenes prolongan a menudo los coservadurismos. Ven a su padre y a su madre en unos roles formateados y ellos hacen lo mismo.» En el instituto había un chaval que le dio el coñazo durante dos años «con su superioridad, porque fumaba porros y sólo juraba por el Ché Guevara, se creía demasiado guay.» Recientemente ha tenido noticias suyas. Ahora se ha vuelto un sarkozista a ultranza. A Riad Sattouf le gusta que veamos claro dentro de su cerebro, o al menos que lo intentemos. Le aterroriza el cuestionamiento del psicoanálisis, el retorno del orden moral, de la religión, del miedo. Sarkozy le da miedo, como a otros: «Sólo apela a la neurosis, a los instintos... y ni siquiera se le puede criticar porque si no, se divierte, un 90% de la gente te responde que estás siendo víctima del pensamiento único.» El liberalismo disfrazado de libertarismo recibe su merecido en Pascal Brutal.  Aparece una profesora no demasiado alejada de lo que se ve en la realidad que enseña a sus alumnos cómo reconocer a un candidato de izquierdas: es aquel al que «no hay que votar». Precisemos que en este libro de anticipación Alain Madelin (N. del T. Político de derechas francés muy loser) es el Presidente de Francia desde hace 20 años, habiendo muerto Sarkozy en misteriosas circunstancias. También hay una gilipollas ejemplar, estudiante de comercio, ultraliberal, católica practicante y folladora promiscua que quiere «una vida de locura en una ciudad de locura.» Más real que la realidad, una vez más.


No sin motivo, Riad pega brincos frente a su portátil, celebra exultante: «Mirad, mirad, es aquí donde la he encontrado.» Surfea por páginas personales de estudiantes, se fija en las sonrisas «Profidén» y los discursos autosatisfechos. Envía un mensaje: «Hola, me preguntaba si eres simpatizante de UMP (N. del T. Partido de Sarkozy) Firmado: Pascal. Respuesta invariable: «Sí, ¿por qué?». A este chico le gusta martirizarse, decididamente. Tanto cinismo le ha valido líos con la policía. En la época del Manual del virgen y Mi circuncisión, rozó la censura. Reclamado en comisaría, todo ocurrió como su abogado le había anunciado. La comisaria empieza diciéndole que le gusta mucho su libro. Despues se pone a despotricar de él de cabo a rabo. Consigna: decir lo menos posible.  Lo relató en una doble página en Charlie Hebdo. El libro no fue juzgado conveniente para la gente joven. Se le acusa de racismo antisirio. «Yo soy sirio», responde él. Y también: «¿Por qué da usted una mala imagen del padre? -Porque es verdad. -¿Qué quiere decir? -Es una autobiografía.» Su padre, «doble doctorado en Literatura e Historia Contemporánea», daba clase en Damasco. Riad hace quince años que no le ve, después de su regreso a Rennes con su madre, secretaria en una clínica. Mantiene discreción sobre la cuestión. Pero cuando le preguntamos, a él que tanto se interesa por las cuestiones de educación, si quiere tener hijos, se lanza a representar otro sainete: «¿Qué les respondemos cuando nos pregunten cómo nacieron? -Mira, papá iba a dejar a mamá, entonces te tuvimos y desde entonces nos queremos mucho.»

 
Pero Riad sólo es un fino analista del horror familiar y de la camisa de fuerza de la heteronorma. Para entrar en su estudio hace falta sortear una colección de guitarras: una de jazz, un bajo, una Stratocaster US y una Washburn Idol comprada a Sfar. Toma clases y para ser un principiante no se le da nada mal frikear con su portátil, donde con cuatro golpes de programa se curra un grupo de metal él solo (1). Otra obsesión: observar la Tierra desde la Luna. Cuando llegamos, acaba de bajarse la nueva versión de Google Earth, que permite observar las bases submarinas francesas desde casa de uno. «Soy bastante obsesivo. Por ejemplo, la conquista espacial me hace delirar. Es a la vez vano y un signo de, cómo decirlo, la excelencia humana, el gusto de lo imposible.» Después de elogiar los méritos de la psicoanalista Alice Miller, especialista en niños maltratados, cita ahora la película Un viaje arededor de la Tierra, del cosmonauta Jean-Pierre Haigneré.


Riad Sattouf es ciertamente un chico centrífugo. Autoanálisis, puesta en órbita, exploración del alma humana tocado con un casco de Mig-31. Viene de la fantasía heroica («Yo quería ser un Frazetta francés»), eclosionó gracias a Emile Bravo y Joann Sfar. En 2002, se convierte en eterno virgen tras firmar Las pobres aventuras de Jérémie.
Pero, bueno, francamente, Riad Sattouf, ¿te va mejor con las chicas, en cualquier caso? «Sí. En estos momentos estoy muy enamorado de Marie Laforêt.» ¿Ah? Euh, por qué no, es verdad que ha quedado bien después de pasar por el quirófano. «¿Quirófano? ¡Qué va, toma aceites esenciales!».


(1) De otro género, sus mp3 «Pascal Brutal» están en http://myspace.com/pascalbrutal

 
Éric Loret
foto: Stéphane Lavoue
Libération, jueves 29-6-2006


Traducción al castellano de Guille Martínez-Vela